* Artículo escrito por José Antonio Gras y Sento Oncina
Localizada en el centro del barrio Carolines Baixes de Alicante, la calle Julio Antonio ha experimentado en apenas un año un cambio notable tanto físicamente como en su dimensión social: la relación entre los vecinos, la concienciación sobre el mantenimiento del espacio común, la recuperación de la calle como escenario de acciones diversas, etc. La razón de ello, tan evidente como sencilla: han copado la calle de macetas con plantas. Una iniciativa promovida por el colectivo Hort Comunitari Carolines, situado junto a uno de los extremos de la calle, y llevada a cabo por los propios vecinos.
0 / Contexto: “La alcaldesa pone setas, nosotros ponemos macetas”
Hasta abril del pasado año, la calle Julio Antonio de Alicante era, por su propia morfología y emplazamiento en el trazado urbano, una calle sin más vida que la de los pocos vecinos que entran y salen de sus casas. Pese a la poca entidad de la vía, pueden interrumpir la tranquilidad de la calle los vehículos en un único sentido (aunque no pocos lo obvian) dejando apenas un metro de acera para los peatones. Esto, unido al poco cuidado por parte de las instituciones públicas hacia este barrio de la capital de la provincia, había condenado a la calle Julio Antonio a la «inanición» urbana, entendida ésta como la falta de vida social necesaria en la ciudad para mantenerla con vida. Las consecuencias fueron las habituales en este tipo de casos: viviendas en mal estado, calle poco frecuentada, sucia e incluso algo peligrosa a ciertas horas.
in embargo, a principios de la primavera del año pasado algo cambió. Cansados los vecinos de la situación y de que no se llevasen a cabo medidas desde el Ayuntamiento coincidía, además, con los primeros meses de funcionamiento de la renovada y también alicantina calle San Francisco en el centro de la capital (ya conocida como la Calle de las Setas, de la cual hicimos un artículo crítico que puedes ver aquí) que, pese a haber resultado un éxito en ciertos sentidos, no había dejado indiferente a nadie. Espoleados por todo ello, los compañeros del Hort y los vecinos decidieron hacer algo que revitalizase su calle sin caer en los vicios de la calle de las setas (ejemplo de intervención top-down porque, independientemente del éxito, se realizó sin consultar ni involucrar a los protagonistas, los vecinos; no parece un ejemplo low-cost pues en los medios se barajaban cifras cercanas a los 66.000€ de coste; pese a revitalizar económica y socialmente la calle, las políticas asociadas están implicando un proceso típico de gentrificación; el mantenimiento del mobiliario -las propias setas- y su limpieza dejan mucho que desear; etc.) y que les implicase a ellos como protagonistas.
1 / Cronología: surgimiento, gestión y desarrollo de la iniciativa
En la primavera del 2014, desde la asamblea del Hort Comunitari de Carolines, surge la idea de ajardinar con macetas un tramo de la calle Julio Antonio. La necesidad de participar de manera más activa en las dinámicas y conflictos del barrio, y hacerlo desde la perspectiva de un colectivo dedicado al trabajo vecinal ligado a las plantas, les llevará a finales de abril de 2014 a conseguir desbordar los límites de este espacio a través de un proyecto de mejora de la calle promocionando su ajardinamiento mediante la colocación de plantas en macetas.
A partir de ese momento, y a raíz de varias conversaciones con algunos vecinos de la calle y del entorno más inmediato, se realiza un cartel convocando a una asamblea inicial donde valorar, entre todos, los pros y contras de la propuesta. Bajo la consigna «La alcaldesa pone setas, nosotros ponemos macetas!», surgida desde los propios vecinos, la convocatoria tiene buena acogida y a la primera reunión asisten la totalidad de los vecinos que viven en las casas de planta baja y algunos de los que habitan en los bloques de pisos. La buena asistencia y el entusiasmo y predisposición a participar, legitiman la iniciativa y sientan las bases del trabajo colectivo que está por llegar.
2 / Acción: empoderamiento ciudadano
Las primeras actuaciones que se llevan a cabo, y que cuentan con la aprobación unánime por parte de todos los vecinos, son las de repintura de fachadas y muros. A raíz de un desembolso inicial del Hort Comunitari de Carolines en colaboración con los vecinos, se recogieron fondos suficientes para pintar y, a su vez, arreglar los desperfectos que pudiera haber en ellos. Una vez finalizadas, con los remanentes de pintura sobrantes, los niños y niñas de la calle diseñaron y pintaron las macetas que se iban recopilando, lo que se convierte en un proceso participativo intergeneracional que mantiene una actividad constante en la calle durante semanas.
La colocación de las macetas en las fachadas, a ras de suelo o en altura, cuenta con la participación de vecinos y vecinas de todo el barrio, no necesariamente habitantes de la calle, que disponen de herramientas, macetas o plantas y muestran su predisposición a echar una mano a medida que la calle va experimentando un cambio físico y el trasiego de transeúntes va en aumento.
Otra de las actuaciones relevantes que se llevó a cabo a lo largo de ese año fue la colaboración, de manera altruista, de varios artistas de la ciudad pintando murales en cada una de las persianas de los locales existentes a lo largo de la calle. Una vez obtenido el consentimiento expreso de los propietarios y después de la transformación de la calle con las macetas y el arreglo de los desperfectos de algunas fachadas, se procedió a la realización de murales urbanos con temáticas de naturaleza y ciudad, de lazos sociales, acción en red, etc. Así, un elemento urbano hasta el momento oxidado, pasa a ser protagonista de una calle que reclama su espacio de visibilidad en la ciudad.
3 / Un ejemplo de sostenibilidad social
La idea de todas estas intervenciones era que fuesen el catalizador de iniciativas y eventos diversos que reactivaran socialmente la calle, y así comenzó a ser pocos meses después del inicio. Se fueron sucediendo eventos como el «Poalà» (improvisando piscinas en la calle y remojándose con mangueras y pistolas de agua), comidas solidarias para recaudar fondos destinados a arreglar desperfectos en las viviendas de los vecinos, «Roscó per l’Autogestió» para recaudar fondos con el fin de mantener la vegetación y mobiliario tanto del Hort como de la calle, etc. Todas estas iniciativas implican cierta desobediencia ciudadana para luchar por la reapropiación de un espacio que, pese a ser público, está en cierto modo privatizado para permitir el tráfico rodado.
Con esta sencilla intervención directa se ha conseguido, por un lado, dotar de un atractivo a una calle con escasa vitalidad urbana pues, hasta ahora y como decíamos antes, sólo albergaba el movimiento de los pocos vecinos que entran y salen de sus casas y algún vehículo de paso; por otro lado, concienciar de que el espacio público es de todos y, como propiedad común, necesita cuidados y mantenimiento. De esta manera y diluyendo en cierta medida los límites entre lo público y lo privado, ha pasado de ser una calle sin vida, sucia y sin un interés concreto que sirva como punto de atracción ciudadana a un espacio de relación en el que se improvisan iniciativas de diversa índole, donde hay oportunidades de aprendizaje botánico y concienciación en procesos de diseño colaborativo y acción participativa, y donde se brinda a los vecinos la posibilidad de pasear por una calle con un encanto distinto a la mayoría del resto de la ciudad. Consideramos, por lo tanto, que se trata de un buen ejemplo de sostenibilidad social.
4 / De lo espontáneo a lo institucional: peatonalización
Este proceso de reapropiación y transformación pretende desembocar necesariamente en la peatonalización del viario y en su rehabilitación progresiva, tanto del espacio público como de las viviendas, al igual que ha ido ocurriendo en la calle San Francisco; y que sirva de punto de «curación» para la rehabilitación y revitalización de todo el barrio, a modo de acupuntura. Si las setas en la céntrica calle de Alicante fueron el catalizador para su posterior y progresiva revitalización económica y social, en el caso de la calle Julio Antonio se espera que las plantas tengan el mismo efecto o aún mayor, siendo además realmente un proyecto de bajísimo coste y con prácticas asociadas muy sanas e inclusivas. Es, por tanto, que aprovechando la poca entidad de la calle en términos de tráfico rodado y el tirón de unos vecinos comprometidos con el espacio común, ciudadanos y colectivos alicantinos piden la peatonalización de la calle Julio Antonio en lo que sería un «visto bueno» oficial por parte de las administraciones para albergar las distintas actividades sociales que se vienen realizando de manera improvisada desde que se instalaron las primeras macetas.
En definitiva, reclamar la peatonalización de la calle para recuperar la vida de barrio que se ha ido diluyendo con el paso de los años en el trazado urbano de una ciudad planificada principalmente para el vehículo privado. Esto no ha hecho más que empezar.