Este proyecto de 1983 rinde homenaje a las características de la vida en Miami, entre el agua y la tierra. Adaptándose y complementando las condiciones del entorno en el que se sitúa, la instalación consiguió que durante dos semanas las islas se convirtieran en las protagonistas de la ciudad, atrayendo la atención tanto de locales como de turistas que acudían a Miami para visitar la controvertida obra. Por otra parte, el proyecto supondría la recogida de cuarenta toneladas de basura de los alrededores de las islas.
«En 1983, once de las islas situadas en la bahía Vizcaína en Miami fueron rodeadas con 603.870 metros cuadrados de tejido de polipropileno rosa flotante, cubriendo la superficie de agua y extendiéndose desde cada isla hacía la bahía. El material tuvo que ser cosido en 70 patrones distintos para adaptarse a los contornos de las 11 islas».
Dos años antes, abogados, biólogos, ornitólogos, expertos en mamíferos marinos e ingenieros comenzaron a trabajar en el proyecto. También como parte de la preparación durante ese año, «las tripulaciones marinas y terrestres recogieron escombros de las once islas, llegando a eliminar alrededor de cuarenta toneladas de basura».
«El 4 de mayo de 1983, de una plantilla total de 430 personas, los grupos encargados del despliegue comenzaron a extender las lonas rosas. El trabajo sería atendido día y noche por 120 monitores en botes inflables». Tres días después se completaría la totalidad de la instalación, abarcando las once islas.
«Durante dos semanas, Surrounded Islands, extendiéndose a lo largo de 11,3 kilómetros, fue contemplado y disfrutado por el público, desde las calzadas, la tierra, el agua y el aire. El color rosa luminoso de la tela brillante armoniza con la vegetación tropical de las islas verdes deshabitadas, la luz del cielo de Miami y los colores de las aguas poco profundas de la bahía Vizcaína».
«Surrounded Islands fue una obra de arte que subrayaría los elementos y formas de la vida en Miami, entre la tierra y el agua».
«Había visitado Miami antes, y quedé impresionado por la llanura y la horizontalidad del paisaje; también por la forma en que la tierra y el agua se mezclan», apuntaba Christo hace ya más de tres décadas.
